“La invención de esta máquina parece en todo digna de los demonios” Alexíada.
Si he escogido esta cita de la obra de la princesa bizantina Ana Comeno, es porque la ballesta es (o debe ser) la principal arma de proyectiles de una campaña de demoníaco medieval. Desde su aparición en el siglo XI hasta su final en el XVII, la ballesta cambió mucho y adoptó diversas formas. Aunque algunas eran más sofisticadas que otras, no dejó de usarse ningún modelo porque cumplían diversos propósitos tanto en la guerra como en la caza. Por ejemplo, una ballesta ligera puede ser más útil contra un enemigo que no lleve armadura, porque permite disparar más a menudo, mientras que una más potente puede usarse cuando se quiere derribar a un objetivo pesadamente acorazado. Un ejemplo de ello es un inventario de un castillo de la frontera granadina en el siglo XV: “8 ballestas fuertes de garrocha y torno, tres de palo y cinco de acero. Tres ballestas de acero de polea, todas estas ballestas fuertes con sus garruchas e tornos y poleas. Seis ballestas de acero de pie con sus poleas, ballesta fuerte de hueso, ballestas de palo fuerte…”.
Ibáñez, para simplificar, las divide en el manual en arbalesta, ballesta y ballesta ligera, pero una descripción más detallada, como la que se ofrece ahora, permite al director de juego introducir algunas variantes que ofrecer a sus jugadores para crear una ambientación más precisa. Creo sinceramente que, cuando más detalles se dan, más interesante es la experiencia, aunque nunca hay que excederse. Además, se añaden algunas reglas opcionales, basadas sobre todo en el inédito “Manual avanzado de combate de Aquelarre”. Hay que tener en cuenta que emplearlas, aunque probablemente hagan más realista un encuentro, también complican los cálculos previos y retrasen el combate.
- De dos pies (ballesta ligera). El modelo más básico, estaba hecha de palo, o sea, madera (de tejo), y se cargaba pisando el arco con los dos pies y tirando de la cuerda a pulso.
-De estribo o estribera (ballesta ligera). Al modelo anterior se añadió un estribo, igual al de una silla de montar, para introducir el pie en él y sujetar mejor el arma al tirar de la cuerda hasta engancharla en la nuez.
-Cervera (ballesta). La verga o arco de este arma es compuesta, una mezcla de madera y cuerno o hueso que la hacen más potente. Es por eso que se le añade un gancho que cuelga del cinturón del ballestero, que se llama avancuerda. Cuando quiere cargarla, se limita a agacharse, enganchar la cuerda y tirar de ella cuando se incorpora de nuevo. Este modelo también tenía estribo, por lo que se le llamaba igualmente estribera.
-de gafa (ballesta). A mediados del siglo XIV se comenzó a usar la gafa, una especie de palanca de acero que se colocaba sobre la cureña para tirar y tensar la cuerda hasta llegar a la nuez. Este método permitía cargar (engafar) el arma mientras se estaba a lomos de un caballo, puesto que la ballesta no necesitaba el estribo para sujetarla.
-de cranequín (arbalesta). Las vergas más potentes eran de acero, pero para doblarlas es necesario emplear un mecanismo. El más sofisticado (y caro) fue sin duda el cranequín, un gancho montado en una manivela que lo hacía moverse por una fila dentada. Todo el dispositivo era sujeto a la cureña de la ballesta por un lazo. Esta clase de ballesta era la favorita de la nobleza y comenzó a aparecer a partir de la segunda mitad del siglo XIV.
-de torno (arbalesta). La más potente de las ballestas fue sin duda la de torno, una verdadera máquina de guerra, capaz de atravesar sin problemas una cota de malla a trescientos metros. Para obtener esa potencia, era necesario una verga de acero y un juego de poleas movido con manivelas (armatoste) montado en la culata del arma. Dos ganchos, colocados uno a cada lado de la cuerda, permitían tirar de ella mientras el ballestero mantenía el arma fija con la ayuda del estribo.
¿Qué ocurre si el jugador no dispone de la avancuerda, o del cranequín o del armatoste? Mientras que las ballestas ligeras se cargan sin problemas sin ayuda mecánica si se tiene la fuerza que exige el arma en sus estadísticas, las ballestas normales requieren una prueba de Fuerza x2. Para doblar las palas de una arbalesta a pulso hay que superar una de Fuerza x1.
A la derecha pueden verse ejemplos de los tipos de ballestas que se han mencionado. De izquierda a derecha se puede ver una ballesta estribera, una cervera (con detalle del gancho que cuelga del cinturón), la de torno y, ya abajo, se puede ver la de cranequín y la de gafa. Como se ve, los ballesteros llevan los proyectiles colgados de una bolsa de la cadera, que se llama cacerina, aunque también se usó el término "carcaxe".
Además del material con el que estaban hechas, o el mecanismo de recarga, Álvaro Soler del Campo, el historiador experto en armas, apunta a otro dato interesante que distinguía las ballestas: la presencia de lemas o del nombre del propietario inscrito en la cureña como una tradición aragonesa. En las de Maximiliano I (siglo XV) se podía leer, además de su lema familiar, otros como “SI DEVS PRO NOBIS, QUIS CONTRA NOS” o “DILIGENTES ME DILIGO”. Los modelos de lujo también tenían policromías, adornos de cuero grabado o incrustaciones de hueso o cobre. Este lujo contrasta con la sencillez del arco galés o inglés, que no era más que una sencilla vara de tejo que ni siquiera se pulía demasiado porque alisar los nudos de la madera suponía debilitar. Las mejoras se limitaban a unas empulgueras de hueso en los extremos para calzar la cuerda pero también en la ballesta la parte más importante era el arco (o palas), que se podía hacer con madera, láminas de ballena y cuerno pegadas, cuerno solo, tendón y cuerno o las más potentes, con acero, que solo se empezó a usar a partir del siglo XIV. Para las ballestas de palo se usaba sobre todo la madera de tejo. Las ordenanzas del Concejo de Plasencia especificaban que únicamente este organismo “podía cortar tejos para hacer ballestas”. Alonso de Herrera en su libro de agricultura de 1513 dice que las cureñas se hacían de encina y serbal o tejo, pero el arco podía ser también a veces de fresno.
Si existía una gran variedad de ballestas, también se desarrollaron varias clases distintas de proyectiles que disparar con ellas, más allá de los virotes que todos conocen. Según Valverde, el ástil se hacía de jara, arbusto muy común en los montes del centro y este de la península: “Se cortaba en enero antes de que la planta sudara y las mejores eran las nacidas en las zonas soleadas. Se hacían de jara con nudos, cuando se deseaba que se partiera, o sin nudos cuando interesaba clavar hondo o atravesar el animal. En la guerra presumíblemente se emplean sin nudos, por su mayor penetración”. Las plumas eran sobre todo de buitre, pero también de avutarda y águila real, puede que la de cualquier ave grande, como las grullas o las cigüeñas. En los arsenales de las fortalezas, las puntas y los ástiles se guardaban por separado, y los ballesteros las montaban según sus necesidades. En su examen del ejemplar de Las Cantigas llamado el Códice de Florencia, Amparo García enumera algunos de las puntas que se usaban en los proyectiles. A partir de la descripción se pueden elaborar reglas opcionales (algunas ya aparecían en "Manual avanzado de combate).
-Virote: el más conocido de todos los proyectiles, tiene forma de arpón para dificultar que se extraiga del cuerpo de la víctima. Eso podría significar que es necesaria una tirada de Sanar para conseguir arrancársela sin hacerle 1D3 PD más pero, en el lado negativo, las armaduras obtienen un bonus de +2 contra esa clase de proyectil.
-Pasador: pensado para atravesar armaduras, es solo una larga punta piramidal, con una barba para dificultar la extracción. Su fijación al ástil se realizaba clavándolo por el otro extremo (que tenía una punta metálica) en la madera. Este proyectil reduce la protección a la mitad, pero solo en armaduras ligeras y cotas de malla.
-Cuadrillo: punta de pirámide cuadrangular, era más pesada que el pasador y podían atravesarlo prácticamente todo, incluso una armadura de placas, porque a corta y media distancia reduce cualquier protección a la mitad, redondeando hacia abajo
-Bodoque: una simple bola de arcilla endurecida que se usaba a menudo en la caza menor, era también letal contra blancos sin armadura o con armadura flexible, porque no podía mitigar los traumatismos. Para poder lanzarlo, era necesario equipar a la ballesta con una doble cuerda unida con un trozo de cuero como si de un tirachinas se tratara.
-De hoz: en forma de media luna, era habitual para la caza de aves porque permitía cortar el cuello o un ala. Da un +20% contra aves, pero es inútil contra blancos con armadura.
-Rayón de escoplo: de forma troncocónica invertida y usados en caza mayor. La cuchilla, muy afilada, causaba severas hemorragias en la pieza y era de fácil extracción al ir desprovista de barbas. A efectos de juego, dobla la posibilidad de crítico, pero solo a corta distancia. A cambio, dado que no acaba en punta, sino en filo, las armaduras metálicas multiplican su valor de protección por 1,5. Es quizá este proyectil el “cuadrillo” que, según se dice, usaban los cuadrilleros de la Santa Hermandad de los montes toledanos, y con el que ajusticiaban a los bandidos.
En el caso de las flechas también las había de varias clases: básicamente de punta ancha y de punzón, pensada para atravesar armaduras. Es decir, que son el equivalente a virote y cuadrillo.