Caballero ladrón con cervellera y yelmo a la espalda |
"Al jepeto". He oído mil veces esa expresión de labios de mis jugadores. Lo habitual es que cuando disparan su ballesta o desenvainan su espada, apunten siempre a la cabeza mientras lanzan los dados, esperando duplicar el daño, sin contar los resultados en las tablas de secuelas. Siempre, claro, que las posibilidades de éxito permitan compensar el 50% de malus. Para empeorarlo todo, los cascos son malísimos en Aquelarre, con un casco protegiendo 2 y un yelmo, 10. Este último, además, sufre unos penalizadores muy graves a las tiradas de Otear. Pero, en realidad, los cascos en la Edad Media eran la primera pieza de armadura con la que se dotaba un soldado, y llevar uno podía suponer la diferencia entre la vida y la muerte.
Con la diferencia entre distintos niveles de Prot. el juego trata de reflejar la gran variedad de cascos que podían guardar la cabeza pero, en realidad, no se trata tanto del nivel de Prot. como de la parte de la cabeza que protege un casco: un Yelmo protege toda la cabeza, mientas que un casco normal deja al descubierto la cara. En la tabla de modificadores al combate de la página se indica que se puede golpear en la cara con un -70% y a los ojos, con un -75% pero ningún jugador se arriesgaría a realizar un Ataque con un malus tan alto. A menos que no tenga otra opción.
Cofia de armar: la cofia es una caperuza de tela que protegía la cabeza del roce del metal de un casco o de la cofia de cota de malla, pero también ofrecía Prot.1 por sí sola.
Almófar: la cofia podía ser de gambesón o de la cota de malla que protegía también el cuello. Dependiendo del modelo, podía dejar toda la cara al descubierto o tener un embozo removible que permitía cubrir la boca, de manera que solo es posible encontrar una zona al descubierto
Capiello o sombrero de hierro (Prot.7): un casco muy práctico con un ala de hierro que protegía los ojos de su portador de la lluvia o el sol.
Cervellera o casco redondo (Prot.6); el casco más simple, de Prot. 6, a veces podía ir acompañado de un alpartaz, o cota de malla que cubría el cuello y que estaba cosido al casco con un forro de tela.
Bacinete (Prot.8): casco acabado en punta, con el borde bajado hasta la mandíbula, era el más popular de la época porque no limitaba la visión, aunque sí Escuchar. También llevaba alpartaz.
Bacinete con visera de pico de gorrión (Prot.10): los caballeros solían instalar en su bacinete una visera rematada en pico a la altura de boca que se denominaba de "pico de gorrión". Como todas las viseras, protegía el rostro a cambio de reducir mucho su visión, por eso solo se usaba a caballo, cuando la principal forma de ataque era la carga en línea recta. Cuando se llevaba así, el bacinete ofrecía la misma protección que un Yelmo de cimera. Por esa razón, acabó sustituyéndolo.
Yelmo de cimera (Prot.10): es una protección que ya se estaba quedando anticuada a mediados del siglo XIV, pero que aún se utilizaba. Demasiado grande para colocarse directamente sobre la cabeza, el portador debía llevar una especie de diadema de tela rellena de crin llamada burelete que lo ajustaba a la cabeza. Su gran tamaño permitía colocarle encima una cimera, un adorno identificativo, lo que lo convertía en la protección ideal en los torneos, donde era necesario lucir la heráldica pero resultaba asfixiante y apenas se podía ver (Descubrir) ni oir (Escuchar) nada. Sin embargo, ese problema no resultaba importante en una carga a caballo, donde el caballero solo tenía que moverse hacia adelante, y aún menos en un torneo o una justa, donde el caballero podía descansar cuando lo necesitaba, y quitarse el yelmo a menudo.
Porque era incómodo, y porque apenas se podía ver con él, los caballeros solían llevarlo colgado a la espalda, y se cubrían la cabeza con una cervellera o un bacinete, cascos mucho más cómodos, y que ofrecían una buena protección, aunque no protegían la cara, pero también se podían llevar los dos cascos: el bacinete, con el burelete encima, y rematándolo todo, el yelmo, sumando las protecciones.
Yelmo de cimera (Prot.10): es una protección que ya se estaba quedando anticuada a mediados del siglo XIV, pero que aún se utilizaba. Demasiado grande para colocarse directamente sobre la cabeza, el portador debía llevar una especie de diadema de tela rellena de crin llamada burelete que lo ajustaba a la cabeza. Su gran tamaño permitía colocarle encima una cimera, un adorno identificativo, lo que lo convertía en la protección ideal en los torneos, donde era necesario lucir la heráldica pero resultaba asfixiante y apenas se podía ver (Descubrir) ni oir (Escuchar) nada. Sin embargo, ese problema no resultaba importante en una carga a caballo, donde el caballero solo tenía que moverse hacia adelante, y aún menos en un torneo o una justa, donde el caballero podía descansar cuando lo necesitaba, y quitarse el yelmo a menudo.
Porque era incómodo, y porque apenas se podía ver con él, los caballeros solían llevarlo colgado a la espalda, y se cubrían la cabeza con una cervellera o un bacinete, cascos mucho más cómodos, y que ofrecían una buena protección, aunque no protegían la cara, pero también se podían llevar los dos cascos: el bacinete, con el burelete encima, y rematándolo todo, el yelmo, sumando las protecciones.
esta chido uwu
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